Hoy cuando manejaba rumbo al pueblo que Dios me
encomendó, venía pensando mientras cantaba la de “Amores Extraños” a mis
extremos 80 kilómetros por hora, en lo relativo que es el tiempo.
Hay personas con
las que podemos pasar toda la vida y sin embargo, saber poco de ellas, mientras
existen otras que conocimos hace relativamente poco tiempo, pero que a pesar de
ello, se han vuelto pieza fundamental de nuestro quehacer diario.
El ejemplo digno de ello sin duda es mi pequeña, nueva,
disfuncional y encantadora nueva familia a la que hace cuatro meses decidí
unirme, esa de dos primas locas que adoptaron al amigo loco, para vivir miles
de locuras a su lado. Cualquiera que supiera nuestra historia diría, que en
serio, nos urge un psiquiatra, obviamente, estaríamos dispuestos a responder: “no
estoy loco, no estoy loco, no estoy loco sólo estoy… desesperado”.
En fin, en este nuevo mundo de armonía y desorden
habitual como el cuarto de la Pilla, ha habido alguien que sin querer, se ha
ganado a pulso nuestro cariño y admiración, a pesar de la seriedad que emana
detrás de esos anteojos que lo muestran como niño bueno, a pesar que con
playera se ve como de 23.
A pesar que nos
levanta a las 5:30 de la mañana los domingos para correr 5 kilómetros y luego
tragarnos una torta de cochinita que tanto trabajo nos cuesta quemar, nos ha
encantado con su compañía, su humildad y sobre todo por la felicidad que le
produce a nuestra querida Hembra Mala.
En lo personal, no creo en las casualidades, soy de esa
gente excéntrica que aún cree que las cosas pasan por algo y al más puro de
estilo de Santo Tomás de Aquino, creo firmemente que esos momentos sólo son
obra de Dios. Gracias por los buenos, los malos y los regulares, por hacernos
reír y compartirnos lo poco o lo mucho de tu tiempo, sabes que aunque te corras
y escondas, eres parte de esta pequeña gran familia disfuncional como
cualquiera.
¡Felices 33, sabemos que este es tu año! La Pilla, la
Hembra Mala y yo, deseamos de todo corazón que todos tus sueños, se hagan
realidad.
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