domingo, 22 de noviembre de 2009

¡Quién reviviera a Sor Juana!

Mi madre siempre me ha enseñado que quien poco sabe, rápido lo suelta, y en el tema de Sor Juana Inés, soy uno de esos casos, sé muy poco de su vida, de su obra, de sus actos, y sólo recuerdo uno de sonetos, el más famoso, el más conocido y el más aplicable a mi vida hoy en día:

"Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco.


A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.


Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí, ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,


pues ambos atormentan mi sentido:
aquéste, con pedir lo que no tengo;
y aquél, con no tener lo que le pido"
Sor Juana Inés de la Cruz

Y aunque me imagino que esta monja no estaba pensando precisamente en Lisardo o en Feliciano para escribir su post, pues seguramente estaba concentrada en que sus sílabras y sus palabras pudieran cumplir con las reglas del tan famoso soneto, esta historia de amar a alguien y que ese alguien no te ame, es más común de lo que parece.

Y la cabeza se me vuelve un retruécano cada que pienso en esos amoríos tontos, porque sólo inhiben pensamientos, actividades y prioridades que nos da la vida, y nos dejan frente a una computadora viendo lo que papá en el televisor y únicamente te dejan pensando en qué decidir, aunque al final del día uno sepa que no llegará a una conclusión, porque estas no existen, al menos en el amor no las hay.


Lo más probable es que Lisardo y Feliciano se sentarán esperando una respuesta y como todo, el cabello se caerá, la cintura se ensanchará, la piel se arrugará y de seguro Lisardo y Feliciano recordarán el pasado como una anécdota más que contar.

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